Por Arzobispo Gregory M. Aymond
Clarion Herald – 3/11/17
La Cuaresma representa una gran oportunidad para que los Católicos profundicen su vida de oración. ¿Tiene alguna sugerencia?
Una de las bendiciones asombrosas del pontificado de San Juan Pablo II fue la publicación en 1992 del “Catecismo de la Iglesia Católica”. El catecismo está dividido en cuatro secciones principales, y la Parte IV está dedicada a la oración cristiana.
Es un lugar maravilloso para comenzar, para aquellos que están interesados en aprender mas acerca de la oración.
El catecismo, no está necesariamente destinado a ser leído en orden cronológico, pero está muy lógicamente estructurado y los escritos sobre la oración cubren alrededor de 75 páginas, por lo que no es una lectura difícil. La Parte IV, se divide en dos secciones: “La Oración en la Vida Cristiana” y “La Oración del Señor”.
¿Qué pasa con “La oración en la vida cristiana”?
Al principio, hay un hermoso reflejo de Santa Teresa de Lisieux: “Para mí, la oración es una explosión del corazón. Es una simple mirada de vuelta hacia el cielo, es un grito de reconocimiento y de amor, abrazando las dificultades y las alegrías”.
Para mí, la oración es simplemente estar con Dios. Dios nos ha llamado primero, y nunca deja de llamarnos y perseguirnos.
La oración es una forma de bendición y adoración. Reconocemos que somos criaturas ante nuestro Creador y el amor depende de Él. Dios nos llama a confiar en Él, y a aceptar su amor.
¿Qué pasa con las diversas expresiones de la oración?
Hay muchas formas de oración, por ejempo: 1. oración vocal; 2. meditación; y 3. oración contemplativa.
Todo el mundo sabe lo que es la oración vocal. A través de las palabras – habladas o no – nuestra oración es ofrecida.
El Padre Nuestro es una oración vocal, que Jesús enseñó a sus discípulos cuando le preguntaron cómo orar.
La oración vocal es la oración más accesible a los grupos. La meditación es una búsqueda. Podemos usar las Escrituras, particularmente los Evangelios y los textos de la Misa del día, para meditar, y hacer que esas palabras sean nuestras.
A través de la meditación, podemos hacer la pregunta: “¿Qué es lo que Dios me llama a ser y hacer?”
Lectio Divina – que significa, Lectura Divina – es un ejemplo excelente de la meditación.
Es una forma de leer las Escrituras, donde nos situamos en el centro de la historia bíblica y meditar en ese pasaje, para escuchar lo que Dios podría estar diciéndonos.
Entonces, respondemos y descansamos en la Palabra de Dios.
Lectio divina, nos llama a leer en oración las Escrituras, y a detenernos cada vez que el Espíritu nos mueve a hacerlo, dejando que la Palabra de Dios toque no sólo nuestros oídos, sino nuestros corazones.
El enfoque principal es, estar en silencio y para permitir que la Palabra de Dios, se haga carne en nosotros, y que nos introduzcamos en las Escrituras, de tal manera que Dios esté hablando directamente con nosotros. Santa Teresa de Ávila dijo que la oración contemplativa es “nada más que una estrecha relación entre amigos; significa, tomar tiempo con frecuencia para estar a solas con el que sabemos que nos ama”.
La oración contemplativa, ha sido descrita como “una mirada de fe, fijada en Jesús.” En la oración contemplativa, no hay necesidad de imágenes o de palabras. Es hacer tiempo para Dios, y permitirle que me abrase, de manera íntima.
El “Padre Nuestro” tiene una sección separada en el catecismo. ¿Por qué es eso?
El Padre Nuestrso es un resumen de lo que es la oración. Incluye muchas facetas enla oración: bendición y adoración, petición, intercesión, acción de gracias y alabanza. Ofrecemos alabanza a Dios, que es el Nuestro Padre, y que tiene un nombre “Santificado” sobre todos los demás nombres. Lo reclamamos como Padre. Cuando decimos: “Venga tu reino, hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo”, estamos pidiendo a la mente y al corazón de Jesús, que conozcan la voluntad de Dios para nosotros y por nuestro mundo.
Y entonces, pedimos a Dios por nuestro pan de cada día, lo que significa, que pedimos cualquier necesidad que tengamos. Entonces pedimos la misericordia de Dios – “perdona nuestras ofensas” – y entonces pedimos la fuerza para perdonar a otros – “como nosotros perdonamos a los que se han rebelado contra nosotros.” Pedimos, no caer por el mal alrededor de nosotros.
Qué pasa con el uso del ejercicio físico, como el estiramiento, para aliviar la tensión. ¿Puede eso confundirse a veces con la oración?
La gente usa ejercicios físicos para relajarse y meditar en sus vidas – pero no necesariamente en Dios.
El cristianismo, ha tomado prestadas algunas de ellas, y les ha proporcionado una dimensión cristiana, de modo que no se trata sólo de una experiencia física, o de la liberación de la tensión.
Se hace dentro de un contexto espiritual. Tenemos que tener cuidado de no fruncir el ceño con esos métodos, sólo porque originalmente no eran espirituales.
Esa clase de ejercicio nos acerca más a Jesús en la oración, es sagrada.
¿Tiene una oración que le gusta más orar durante la Cuaresma?
Una de mis oraciones favoritas durante la Cuaresma es: “Señor, ayúdame a verme, como Tú me ves”.
Cuando le preguntamos eso a Dios, Él, primero señalaría nuestra bondad, y luego, nos recordaría amorosamente nuestras debilidades y nuestros pecados.
En la Cuaresma, enfrentamos nuestras debilidades y pecados.
Podemos pedirle a Dios que nos dé la mente y el corazón de Jesús, para que no sólo crezcamos en el amor de Dios, sino también, en el amor por los demás. Al hacerlo, experimentamos un cambio de corazón – verdadera conversion.
Todo el mundo experimenta momentos áridos en la oración en algún momento. ¿Alguna sugerencia?
Muchos escritores espirituales, han comentado acerca de tener momentos oscuros en la oración.
Uno, que me viene a la mente ahora, es Santa Teresa de Calcuta, que sabía del amor de Dios por ella, pero tuvo un tiempo difícil sintiendo ese amor. Hablaba de ir a Dios con sentimientos de desesperanza y oscuridad.
Estaba experimentando su distancia más que su amor en momentos. Ella conocía su amor intelectualmente, pero no emocional y espiritualmente.
Sus escritos nos hablan de una mujer de fe que no se desesperaba, sino que mantenía sed de Dios. En el tiempo de Dios, esa sed está satisfecha.
¿Qué sugeriría a las personas que podrían tener dificultades para orar, o sentir una aridez en su vida espiritual?
Pedirle a Dios que nos lleve más allá de esa sequedad, y que confiemos en Él. En su momento, Él lo hará. San Ignacio de Loyola decía que, aunque no “deseamos a Dios” fuertemente, hay que pedirle a Dios ese deseo. Creo que es muy útil contactar a un director espiritual certificado, y pedirle orientación. Tenemos muchos directores espirituales en el Centro de Espiritualidad Arquidiocesanas, que están capacitados para orientar a la gente en su relación con Dios. También, tenemos en muchas parroquias grupos llamados “Señor, Enséñame a Orar” que pueden ayudar a las personas a pasar de la oscuridad a la luz. Como dije antes, la oración para mí, es simplemente estar con Dios. A veces, ayuda tener a otra persona que nos ofrezca consejos, para mantenerlo así de sencillo.
Preguntas para el Arzobispo Aymond pueden enviarse a: [email protected].