Por Arzobispo Gregory M. Aymond
Clarion Herald – 10/14/17
El Arzobispo Gregory Aymond predicó en una Misa en honor a San Pío el 4 de octubre, en la Iglesia de Santa Rita en New Orleáns. Aquí está su homilía:
¿Por qué son conocidas las personas famosas? ¿Qué los hace únicos, diferentes de los demás?
Esas son preguntas que, ciertamente, podríamos hacer a cerca de San Pío. Conocemos algunas de las formas en que él era único, los dones que tenía eran muy diferentes a la de los demás. Él tenía dones espirituales únicos dados a él por Dios.
Él pudo curar a la gente. Tenía la habilidad de leer corazones y almas, especialmente en la confesión. Hizo un ayuno radical. Tenía visiones angélicas. Y era más conocido por sus estigmas, las heridas de Cristo que aparecieron en su cuerpo. De esas heridas, fluyó la sangre de San Pío, especialmente durante la Misa, y esto le causó un gran dolor físico.
Recibió los estigmas de Dios a la edad de 31 años, y recibió este don espiritual, el cual fue muy doloroso, durante 50 años. Murió a los 81 años.
De esa manera, nunca seremos como el Padre Pío, o al menos. no lo creo. Pero hay muchas maneras en que tú, y yo podemos ser como Padre Pío. Como él, hemos sido llamados a seguir al Señor Jesús, y a ser sus discípulos. Como San Pío, somos llamados a la santidad.
Reflexionemos hoy sobre tres cosas que el Padre Pío nos puede enseñar por la forma en que vivió, y por la forma en que oró.
™卥Primero, San Pío siempre quiso conocer la voluntad de Dios. Él siempre pidió el coraje para poder vivirlo de una manera fiel. Tan a menudo, de sus labios y de su corazón, vino esta oración: “Señor, hágase tu voluntad; no la mía, sino que se haga tu voluntad “.
Regularmente, le pedía a Dios que le mostrara su voluntad. Quería saber cuál era el plan de Dios y los sueños de su vida, y cómo él viviría su llamado al discipulado, a la santidad y al ministerio sacerdotal. Estar solo con Jesús en oración, lo llevó a conocer y aceptar la voluntad de Dios, aunque muchas veces, no lo comprendió, incluyendo el don de los estigmas.
El Padre Pío dijo: “En todos los acontecimientos de la vida, debes reconocer la voluntad de Dios, no tu voluntad, especialmente, en las cosas que son más difíciles de soportar”.
El Padre Pío debió haber reflexionado muy a menudo sobre esas palabras en el Evangelio de hoy, porque quería permanecer estrechamente unido a Jesús, la vid. Él, sabía lo que realmente significaba esa imagen de la vid, y lo que las ramas verdaderamente significaban para su vida. Él sabía que debía estar estrechamente unido a Jesús, y ciertamente, sabía que sin Jesús, no podía hacer nada.
Podemos aprender de San Pío, que debemos buscar la voluntad de Dios, su plan para nosotros. Tenemos que llegar a conocerlo, y entonces, debemos hacer nuestro mejor esfuerzo para vivir la voluntad de Dios para nosotros.
Esto está en contraste con lo que escuchamos en el mundo de hoy: “Lo quiero a mi manera. Mi camino es el único camino a la felicidad”. Y el Padre Pío dice: “No, es la voluntad de Dios llegar a conocerla y aceptarla, incluso en las cosas más difíciles “.
™oEn segundo lugar, el Padre Pío era un hombre humilde. Él nunca buscó los dones espirituales que Dios le dio, y los vio como extraordinarios. No le gustaba la atención dada a él por esos dones espirituales. Miles y miles lo buscaron por consejo y por confesión. Dijo muy claramente que, nunca se sintió digno de los dones espirituales que Dios le dio, e incluso, oró para que se fueran, porque a veces los sentía pesados.
San Pío dijo, “Siempre debes humillarte ante Dios y ante los demás. Dios habla a los que son verdaderamente humildes, y les da sus dones “.
Las palabras de San Pablo en la primera lectura de hoy, fueron palabras que el Padre Pío conoció y abrazó: “No soy yo quien vive, sino Cristo es quien vive dentro de mí”. Y él quizás pensó mucho en eso cuando experimentaba el sangrado y los estigmas. Pero, como el Padre Pío, tú y yo somos llamados a la humildad, reconociendo que todo don que tenemos y la esencia misma de quiénes somos son dones de Dios. Por lo tanto, no necesitamos compararnos con los demás, ni estar celosos de los dones de otros. La humildad es conocer y aceptar el don que Dios nos da. No tenemos que ser mejores que otros. Simplemente, debemos orar y practicar, para ser humildes, y ser quienes Dios nos formó para ser, aceptando los dones que nos dio de una manera única.
™mEn tercer lugar, San Pío era un siervo de la misericordia. Está claro, que en su vida, él conocía la misericordia de Dios. Se sabía a sí mismo como un pecador, y aceptó la misericordia de Dios y el perdón por sus pecados. De una manera particular en su propia vida, apreciaba la confesión, el sacramento de la reconciliación. Él, se sintió tan abrazado por la misericordia de Dios en ese sacramento, que se convirtió en un poderoso, y maravilloso confesor.
Sabemos que miles y miles de personas lo buscaron para confesarse. En la historia, se dice que a veces, incluso, antes de que alguien podría realmente decirle su debilidad y pecado, ¡él les diría! ¡No creo que quiera que mi confesor hiciera eso!
Pero el Padre Pío sabía que la misericordia de Dios estaba más allá de su entendimiento, y sabía que Dios no quería que estuviéramos paralizados por nuestros pecados, y por nuestro pasado. Él sabía que siempre hay un tiempo de sanación, ahora y en el futuro.
Al honrar hoy a este siervo de la misericordia, tú y yo, estamos invitados a reconocer, apreciar y aceptar la misericordia de Dios para nosotros, en el pasado y en el presente. Estamos invitados una vez más a perdonarnos, y a dejar ir la vergüenza y la culpa, como hizo el Padre Pío. El Padre Pío, nos abraza en este sacramento, y por su vida, para perdonar a los demás. Estamos llamados, no sólo a aceptar el perdón de Dios, sino también, a perdonar a otros, a dejar ir un rencor, que a veces llevamos durante mucho tiempo.
El Papa Francisco, nos ha dicho que Dios nunca se cansa de perdonarnos, pero podemos cansarnos de pedir perdón. Pero, Dios nunca se cansa. Él es el Dios de la segunda oportunidad – y la tercera oportunidad. Él siempre está listo para perdonar.
Esta oración del Padre Pío resume su vida: “Quédate conmigo, Señor. Es a Ti solo al que busco. Busco tu amor, tu gracia. Busco tu voluntad. Busco tu corazón. Y busco tu espíritu”.
Como el Padre Pío, tú y yo, somos llamados a buscar la voluntad de Dios todos los días, incluso, cuando esa voluntad no está clara, y parece tan oscura. Como él, estamos llamados a ser mujeres y hombres, niños y niñas humildes. Y como él, debemos aceptar la misericordia de Dios, no un regalo que merecemos, sino un don que Dios nos da libre y generosamente.
Sí, tal vez ninguno de nosotros tenga los estigmas o los dones espirituales que San Pío experimentó. Pero, como él, tenemos un Jesús que dijo a usted y a mí: “Ven, sígueme. Sé mi discípulo”. Es el mismo Jesús, que estuvo en la vida del Padre Pío que nos dice, como él nos llama por nuestro nombre: “Te llamo a la santidad“.
A veces, en nuestra debilidad y pecado decimos, “Oh, eso no es para mí”. Pero lo es para todos y para cada uno de nosotros. Es el viaje de la vida. El Papa Francisco, nos dice que cada santo tiene un pasado que abraza el pecado, y cada pecador tiene un futuro que puede abrazar la santidad.
Padre Pío, usted es de hecho “padre,” padre – para nosotros. Por favor, ora por nosotros.
Preguntas para el Arzobispo Aymond pueden ser enviadas a: [email protected]