Por Arzobispo Gregory M. Aymond
Clarion Herald – 11/18/17
Hace unos años, escribió elocuentemente sobre las empresas que se benefician de la construcción de la clínica Planned Parenthood en Nueva Orleáns, y advirtió que si participaban en la construcción de la instalación, estarían participando en un mal futuro que pudiera ocurrir allí. ¿Una línea de razonamiento similar es válida para la industria de comercializar con el sexo?
Sí. Leí con un corazón muy entristecido, la serie de investigación del The Times-Picayune en los clubes nudistas de la calle Bourbon. Estas empresas, se están beneficiando al explotar a mujeres jóvenes. El periódico descubrió muchas instancias en las que los clubes se rehúsan a ser vigilados por la misma policía, y permiten que se realicen actividades sexuales, y de drogas ilegales en sus salas VIP privadas. Esas actividades son ilegales, por supuesto, pero después de leer la serie, me parece que algunos funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, no están interesados en hacer cumplir las leyes. La serie señaló claramente cómo las mujeres jóvenes, que comienzan bailando en los clubes nocturnos, son los principales objetivos de los proxenetas. Algunas de estas mujeres son víctimas de la trata de personas y del trabajo sexual forzado. Simplemente no podemos decir, que nadie sabe sobre esto. Tomó el trabajo de investigación de un periódico, para descubrir los hechos. Entonces, ¿Por qué continúa?
¿Quién tiene la responsabilidad de que esta actividad continúe?
En definitiva, todos tenemos una responsabilidad si no hacemos nada. Los que más se benefician son los propietarios de los clubes nudistas, que están ganando dinero a costa de las víctimas jóvenes, y vulnerables de la trata y el trabajo sexual. Ahora que The Times-Picayune (nola.com) ha informado sobre cómo New Orleáns y, en particular, Bourbon Street es un paraíso para los traficantes, tenemos el “conocimiento” que nos lleva directamente a las implicaciones morales para nosotros, como seguidores de Cristo.
No deberíamos apoyar a los establecimientos que están involucrados en la trata de personas, ni deberíamos hacer negocios con ellos. Si apoyamos un negocio, y nos involucramos con un negocio que comete actos delictivos, compartimos la responsabilidad por el mal que hacen. Este es un principio básico de la teología moral.
Nosotros, los clérigos, religiosos y fieles laicos deberíamos aprender más sobre la trata de personas, y ser una voz que pida el respeto por la vida humana. Este es un problema pro-vida, como muchos otros. Vivimos en un momento en el que podemos justificar y tomar la vida del niño por nacer, terminar con la vida de alguien con dolor, participar en el suicidio asistido, hacernos los desentendidos con el racismo, y los necesitados.
Por lo tanto, podría ser fácil desentendernos del tráfico humano. No debemos – es la esclavitud moderna. Somos voces a favor de la vida, y eso debe incluir una preocupación por aquellos cuyas vidas no son respetadas por la trata de personas.
Recientemente, estaba hablando con alguien que honestamente no estaba al tanto de este mal. A medida que la conversación continuó, ella dijo que, necesitaba aprender más, y defender a aquellos atrapados en semejante esclavitud.
La preocupación por la trata de personas es un problema pro vida para todos, pero aún más en Nueva Orleáns donde las vidas de las mujeres y los niños son “utilizadas”por otros, y en ocasiones puestas al peligro. Esto es una ocurrencia diaria.
Entonces, ¿Qué podemos hacer, como individuos?
Preguntas para el Arzobispo Aymond pueden enviarse a: [email protected]